El Doctor en Psicología, Master en Salud Pública, formador y conferenciante participó el pasado 16 de noviembre en el XV Encuentro de Voluntariado en el Ámbito Oncológico donde impartió la conferencia ‘La felicidad de dar y de darse’. En esta entrevista nos resume las claves para gestionar nuestras emociones y vivir con sentido.
En qué momento y por qué decides que tu formación y tus conferencias se deben focalizar hacia el autoconocimiento y capacidades personales?
En el momento que me di cuenta de que estamos repitiendo desde hace siglos lo que dijo Epicteto: «Lo relevante no es lo que pasa sino cómo interpretamos lo que pasa». Olvidamos, también, que el cambio, el cambio que queremos en el mundo debe empezar por uno mismo. Igual como nos dicen las compañías aéreas cuando subimos a un avión: «En caso de despresurización, por favor antes de atender a la persona del lado póngase primero usted la mascarilla».
El 16 de noviembre impartiste la conferencia ‘La felicidad de dar y de darse’. Es esta la clave, según tú, de la felicidad?
Dar y darse, da sentido a una vida. Esto es la salud espiritual. Y esta es una de las 4 dimensiones que componen la felicidad: salud física, salud emocional, salud social y salud espiritual.
A veces no es suficiente en saber darse a uno mismo. Hay también que aplicarlo. Cómo se hace? ¿Qué consejos nos darías para aprender a manejar nuestras emociones?
Nuestro cerebro sobreactúa. Está programado para la mera supervivencia y muchas veces va en contra de nuestra propia felicidad, sobredimensionando dolores, molestias y amenazas. Por lo tanto, hay que negociar con él, jugar con él, sugerirle cosas, siempre en positivo, y proponerle todo lo que tú quieras que haga.
Y además, se deberá trabajar la pregunta ética inicial, previa: «Honestamente, cuál es mi objetivo?». Esta pregunta ética tiene una respuesta innegociable. El objetivo es doble: mi propio bienestar (recuerde la respuesta de la mascarilla de la pregunta número 1) y segundo, el bienestar de la otra persona.
Si no pasa esta criba ética (mi bienestar y su bienestar) deberá cambiar, actuar diferente, hacer otras cosas. Recordemos lo que dice la Bíblia: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
¿Por qué crees que necesitamos conferenciantes y autores que nos hablen de las claves para afrontar nuestras vidas en sentido positivo? En qué fallamos?
Fallamos porque no pasamos a la acción. Y no pasamos a la acción fundamentalmente por dos razones.
Una es el miedo, ese miedo que intenta inocularnos desde la primera hora de la mañana y que nos hace sacar lo peor de nosotros mismos, individual y colectivamente. Y hay que recordar que la emoción que combate, previene y trata el miedo, es el amor.
Y la segunda razón: la comodidad. Hay mucha gente que está muy bien instalada en la queja. Ante el hecho de lamerse las heridas, tenemos que ser valientes, atrevidos y pasar a la acción. La acción es la gran provocadora de cambios, a través de la cual, uno puede llegar a descubrir maravillas. No olvidemos que no pasar a la acción, quedarse quietos, es «pecar por omisión».
Yo he decidido entrenar la bondad cada día, en cada momento, y con todas las personas. Debemos pasar a una acción llena de amor y de bondad, para que las cosas cambien (a mejor) tanto a nivel individual, como a nivel grupal, y a nivel de nuestra especie humana.
Hablando de claves. Como recomendarías a una persona la gestión de las emociones en momentos que pueden ser especialmente duros o angustiosos, como el diagnóstico de una enfermedad?
Daré cuatro pautas fundamentales. Primera: Vivir, estar y disfrutar del presente, del aquí y del ahora, con preguntas del estilo, «Este dolor que siento ahora es soportable?». No pensar en todo lo que puede empeorar en un futuro, o en las cosas que hice mal en un pasado. Debemos centrarnos en el aquí y el ahora. Recordemos que la palabra presente, además de ser un tiempo verbal, significa regalo. El presente que tenemos aquí y ahora es un verdadero regalo.
Segunda pista: centrarse en el sí. En lo que sí puedo hacer, en lo que sí tengo, en lo que sí sé, en los recursos que sí tengo, en las amistades que sí tengo, y las habilidades que sí tengo. Ya nos hemos dado cuenta, a través de la neurociencia que nuestro cerebro se hace un lío monumental con el no. Por lo tanto, tenemos que trabajar desde el sí porque el no ya no es suficiente.
Tercera pista: me centraré en mi propia acción. Es decir, en todo lo que yo puedo cambiar, ya sea más micro o más macro; o de 0 a 10 sea un 1 o un 3. Ningún dolor (físico, emocional, social o espiritual) es una bendición; lo que si lo es, es que yo decido qué hacer con este dolor. Tengo el poder de hacerlo.
Y cuarta idea y fundamental: hay que identificar lo que sí da sentido a mi vida. Mis dones, talentos, lo que me llena, que me apasiona … Y ya sabemos que ni el poder, ni el placer, ni el dinero dan sentido a una vida.
¿Cuál ha sido tu fuente de inspiración para convertirte en quien eres actualmente?
Encontrar mi sentido después de haber identificado mis dones y mis talentos que tienen que ver con comunicar, con formar, y con facilitar aprendizajes. También con contagiar emociones proactivas para cambiar el mundo a mejor y para facilitar y promover la salud espiritual, emocional, social y física para mis alumnos, compañeros, profesionales, directivos con las que trabajo o a quien formo, y para mis parientes, familia, amigos, vecinos, colegas … No olvidemos que la injusticia enferma y mata. Mientras haya injusticia habrá un motivo para estar vivo. La vida tendrá un sentido: acabar con ella.
¿Qué te motivó a querer participar, el pasado 16 de noviembre, en la XV Encuentro de Voluntariado en el ámbito Oncológico?
Tomé la decisión de venir al Encuentro porque me gustaría, sería para mí un honor y daría sentido a mi vida, potenciar y acompañar a las personas asistentes durante sus proceso de de apoderamiento respecto a lo que decidan hacer enfrente de cualquier dolor.
Acompañarlas para asumir el poder sobre la propia felicidad; y pasar a la acción, dejando las quejas a un lado. En resumen, empoderar y acompañar en este apasionado y liberador viaje vital; porque ante una situación yo decido qué pensamientos, emociones y acciones tomo para gestionarla.